Historias de mujeres que merecen ser conocidas, valoradas, compartidas e imitadas.
María Florencia Nuñez y Natalia Morbelli
Resumen: El ensayo propone una recuperación histórica de mujeres y diversidades Evangélicas que han militado por los derechos humanos en el siglo XX. A partir de la recuperación de sus recorridos, interpretaciones y vínculos entenderemos la importancia de actualizar nuestras doctrinas y prácticas como Evangélicas frente al creciente fundamentalismo no sólo religioso, sino económico y político.
Abstract: The essay proposes a historical review of Evangelical women and diversities who have fought for human rights in the 20th century. From recovering their journeys, interpretations, and ties, we intend to understand the importance of updating our doctrines and practices as Evangelicals in the face of growing fundamentalism, not only religious but also economic and political.
En el siguiente ensayo realizaremos una puesta en valor de “Mujeres Evangélicas en Argentina”, quienes desde su misma existencia han cuestionado los análisis erróneos sobre los fenómenos religiosos dados en la modernidad, los cuales adjetivan a las identidades religiosas como anacrónicas1. En estas mujeres su fe y militancias fueron de vanguardia. Ellas entendieron la importancia de la organización espiritual2 alrededor de una doctrina ajustada al tiempo3 y a las circunstancias que estaban transitando nuestros pueblos. Por este motivo, esta organización espiritual alrededor de una doctrina que ponía a las personas como fin y no como medio nos da la posibilidad de verlas obrando en tan diversas organizaciones, partidos e iglesias. ¿Qué se dió lugar a partir de esta fe y militancia de vanguardia? En este saberse oprimidas como pueblo sea por la pobreza, por gobiernos de facto o por la misma institución religiosa, en esa búsqueda de liberación colectiva, lograron romper con yugos impuestos sobre el género.
Reivindicamos en ellas la doctrina que se ajustó a las realidades y no las realidades a la doctrina rompiendo con el llamado anacronismo de la religión.
Ellas han sido mujeres que partiendo desde su fe realizaron valiosos aportes a la lucha por los derechos humanos. Han sido clave en organizaciones e iglesias en tiempos críticos de nuestra historia reciente, forman parte de estandartes para quienes hoy en día volvemos a poner en agenda pública la lucha por el derecho a la identidad, la lucha por los derechos de las mujeres, la lucha por los derechos de los vulnerados y las vulneradas, las cuales día a día son más evidentes en medio de una pandemia que sólo da cuenta de las enormes desigualdades que nos han traído un capitalismo y neoliberalismo fundamentalistas.
Podemos ver estas historias como aportes fundamentales al feminismo que busca transitarse sin anular las identidades espirituales/religiosas.
Es posible mediante la actualización de las creencias cristianas evangélicas habitar de otra manera instituciones y organizaciones que fueron pensadas para ser funcionales al sistema patriarcal, porque como el cuerpo es el marco del espíritu, las instituciones son el marco de las doctrinas. Y hoy le debemos a aquellas mujeres, muchas de ellas mártires del terrorismo de estado y, sin duda, todas mártires del patriarcado, seguir ocupando las calles, los templos, las organizaciones y los partidos. Seguir haciendo público el grito por la liberación colectiva de las fuerzas opresivas de nuestro tiempo, pero en especial de las feminidades.4
En palabras de Ivone Gebara:“La historia de la afirmación de la dignidad de las mujeres no comenzó en 1948 con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ni comenzó con el feminismo de los años sesenta y setenta. La lucha de las mujeres por su propia dignidad es tan vieja como la humanidad. Siempre hubo mujeres quienes, por las más diversas razones, no consiguieron callar el grito de libertad que les atravesaba el corazón y la garganta. Dejaron que ese grito se hiciera público y sufrieron las consecuencias de sus actos. Se rebelaron de alguna forma contra el sistema jerárquico dominante o el orden establecido, que no les permitía desarrollar su creatividad y su poder”5. Muchas son las historias de mujeres evangélicas que nos antecedieron en las luchas por una sociedad y una institución religiosa más igualitarias. Nosotras elegimos centrarnos en seis de ellas, quienes desarrollaron sus ministerios y militancias en América Latina, principalmente, en Argentina.
Alieda Verhoeven
Alieda Verhoeven nació en Utrecht, Holanda, en 1938 y en el año 1963 viajó a la Argentina. Fue activista feminista, militante de derechos humanos y la primera pastora de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina en 1967.
A fines de 1969 es destinada a Mendoza, se vincula con el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y en el año 1971 participa como co-fundadora del Instituto para la Liberación y Promoción Humana (ILPH), lugar de formación para los/as operadores/as sociales que trabajaban en los barrios empobrecidos de Mendoza.
Fue una de las organizadoras de una gran red social a nivel nacional, APE (Acción Popular Ecuménica), y en el año 1973 participa de la Fundación Ecuménica de Cuyo (FEC), organización con una larga historia en defensa y ayuda a las víctimas de los golpes de Estado de Argentina y Chile. Durante 15 años cumple el rol de Coordinadora General del Comité Ecuménico de Acción Social, trabajando con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
Luego, en 1976, durante el gobierno de facto, fue parte, como secretaria regional, de la fundación del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH). Comprometida en el respeto por la vida, trabajó con quienes fueron perseguidos y perseguidas, con las personas privadas de su libertad y con las familias de los/as detenidos/as y desaparecidos/as.
Fue una mujer de avanzada que luchó durante más de 30 años por los derechos de las mujeres en el marco de los derechos humanos. A los 47 años, en el año 1985, junto a una multitud de mujeres autoconvocadas de todo el país, funda el “Encuentro Nacional de Mujeres”, del que sería líder durante más de 20 años. También integró la Corriente Autónoma 8 de Marzo, agrupación que reunió a mujeres de diversos ámbitos de pensamiento.
Cuando se le pregunta a Alieda qué significa ser feminista, ella responde: “Feminista hoy es ser empedernidamente contestataria a las cosas que están dadas en la sociedad como naturales y como deben ser, de acuerdo al pensar, el hacer y el sentir del varón. Que excluye más de 50% de los seres humanos que formamos la comunidad. Entonces por eso hay que ser feminista, porque hay que ayudar a las mujeres y a los varones a eliminar los prejuicios ancestrales que nos impusieron las religiones”6
Alieda fue descubriendo que “leer la Biblia con ojos de mujer es diferente a la visión del varón”7. Por ello organizó un encuentro de mujeres de distintas iglesias para leer la Biblia desde el punto de vista femenino, profundizando en la teología desde la perspectiva de la mujer. También formó parte de la Asociación Latinoamericana de Teólogas y Pastoras.
Llevó adelante “El diario de las Chicas”, publicación con fuerte impronta en los barrios, dirigida a las mujeres de los territorios. Desde esa lectura de la realidad, se abordaban las temáticas de género, no siendo una publicación meramente para intelectuales, sino proponiendo una lectura inclusiva para todas las mujeres, escrita desde la sencillez, pero con la solidez que amerita el abordaje de tales temas.
La Pastora Alieda falleció el 22 de febrero de 2013, había cumplido 75 años y 50 de servicio en la Argentina.
La recordamos en las palabras de su amiga Graciela“(…) fue la primera feminista que conocí. Lo que recuerdo y admiro de ella es la valentía que tenía para moverse con soltura y con desparpajo en ambientes mayormente masculinos, en los ambientes de la teología dominada por las versiones masculinas, no sé si patriarcales todas, pero masculinas, y ella nunca fue tímida para manifestarse en sus alternativas y en sus disidencias (…) siempre tuve esa sensación, esa experiencia de una mujer plena, activa, participativa” 8
Isidora Crego
Isidora Crego nació en Junín, Buenos Aires, en 1912. Fue una de las Madres de Plaza de Mayo que lucharon en las calles, marcando el rumbo y abriendo caminos para que volviera la democracia.
Desde su niñez participó en la Iglesia Evangélica Metodista de Junín, luego fue miembro de la Iglesia Metodista de Liniers y de Flores. Su hijo, Marcelo Castello fue detenido-desaparecido durante la última dictadura cívico-militar en 1977.
Siendo una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, trabajó y participó desde las primeras marchas de cada jueves en la Pirámide de Mayo. Salió a las calles con su pañuelo blanco buscando verdad y justicia en la época más oscura de la historia argentina.
Isidora formó parte del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH), fue miembro de la agrupación Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas e impulsó la Comisión de la Memoria, la Verdad y la Justicia de Liniers, Mataderos y Villa Luro, la primera comisión de CABA.
En el año 2013 se denominó oficialmente, por decisión vecinal, “La Plaza de Isidora” a un terreno ubicado en el barrio de Liniers que posee un mural declarado de interés Cultural para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos. La plaza fue fundada para mantener abierta la memoria y recordar a los compañeros y las compañeras detenidos/as desaparecidos/as. El día de la audiencia pública, después de la aprobación inicial de la ley, los vecinos y las vecinas del barrio pidieron la palabra para resaltar los valores solidarios de Isidora, recordándola como una mujer luchadora con gran compromiso social, comunitario y religioso.
Su nuera, Delia, la recuerda como una mujer solidaria, activa y participativa: “… [ S]u casa fue un hogar de puertas abiertas. Las amistades de sus hijos siempre tuvieron un lugar cálido allí. Trasuntaba alegría y a sus nietos y nietas siempre les brindó lo mejor; aún en momentos difíciles (…) Admirable su entereza, su capacidad de lucha, su generosidad, su solidaridad. En situaciones sumamente adversas nunca perdió la mirada hacia el otro y la otra. Aún en los momentos más oscuros, más tristes, más profundamente desoladores estuvo ahí para tender su mano. Honró la Vida”. 9
Durante sus 92 años de vida, Isidora fue una activa militante social, luchó incansablemente frente a la adversidad, se hizo oír y mantuvo la memoria activa. Falleció en el año 2004. Su nombre y su lucha estarán inmortalizadas en su familia, amistades, hermanos y hermanas de la iglesia. También en la historia de nuestro país, y en la plaza que hoy lleva su nombre.
Jorgelina Lozada
Jorgelina Lozada nació en 1906 en Bragado, Provincia de Buenos Aires. Siendo miembro de la Iglesia Discípulos de Cristo llevó una vida con un fuerte compromiso social. Estudió Trabajo Social en la Universidad del Museo Social Argentino, cursó en la Escuela de Periodismo y en La Cruz Roja Argentina.
Rompiendo con viejos y patriarcales conceptos acerca de quiénes podían ejercer el ministerio en la iglesia, en el año 1930 es ordenada como pastora siendo la primera mujer latinoamericana en recibir esta ordenación. Aceptó esa responsabilidad sabiendo que no sería bien recibida en algunos círculos, incluyendo el seno de otras iglesias.
Integró la Comisión Directiva de la Asociación Cristiana Femenina donde desarrolló proyectos educacionales y de servicio a lo largo de varias décadas y fue una de los y las miembros fundadores/as de la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE) en 1939, convirtiéndose en la primera mujer que integró la Junta Directiva.
A mediados de la década del 40 colocó la piedra fundamental y construyó la Iglesia de los Discípulos de Cristo en Villa Mitre, Ciudad de Buenos Aires, donde organizó un jardín maternal, algo novedoso en esa época, y un consultorio con atención médica pediátrica gratuita. Ahí tomó contacto con ciertas problemáticas que atravesaban algunas de las madres y agregó atención a la mujer brindando, además, ayuda profesional en torno al control de la natalidad. La iglesia de Villa Mitre fue precursora en lo que concierne a la Educación Sexual Integral, aún en el ámbito secular.
En 1944 fue enviada a realizar estudios en la Universidad Scarritt en Nashville y en Vanderbilt, también enseñó educación cristiana en el seminario de Barcelona, España, donde anteriormente había realizado estudios de posgrado. Enseñó, escribió y acompañó a personas e instituciones, entre ellas, el Colegio Ward, la Facultad de Teología ISEDET, el hogar El Alba, el programa de voluntariado del Ministerio de Bienestar Social, la organización de salud CAESPO y CONDECOR.
Su amiga desde la infancia y compañera de servicio, Ester, la recuerda como una mujer luchadora que debió esforzarse para abrirse camino en una sociedad donde el lugar de la mujer era el hogar o ser maestra y enfermera: “Ella me decía, la primera persona que recibió un envío del Jesús Resucitado fue una mujer discípula: María Magdalena. Jorgelina me enseñó que había que organizar espacios de mujeres dentro y fuera de la iglesia. Yo seguí sus pasos, apoyada también por mi amiga de la vida y compañera de la facultad de teología Alieda Verhoeven, que trabajó incansablemente también por el lugar de la mujer”.10
Jorgelina falleció en el año 1995, dejándonos como ejemplo su compromiso encausado a lograr el reconocimiento de la mujer dentro del ámbito social y religioso. En la década del 20 éste era un sueño con vista a la utopía.
Alice Wood
Alice Wood nació en 1870 en una granja cerca de la Ciudad de Belleville, Ontario, Canadá. De origen cuáquero, donde las mujeres habían logrado una paridad en la predicación y en el ministerio con los varones. A partir de 1910 en Argentina será la primera pastora y misionera pentecostal en Argentina.
En 1895 ingresó a la Escuela Cuáquera de Entrenamiento de Cleveland, Ohio. Allí realizó tareas de servicio social y religioso para con las personas marginadas de la sociedad. Los y las estudiantes hacían pasantías voluntarias en albergues para mujeres que ejercían la prostitución, hospitales para huérfanos/as, personas en indigencia, guarderías para los hijos/as de madres solteras, cárceles y otras instituciones de ayuda social similares.
Alice inició su tarea misionera en América Latina en Venezuela en el año 1898 y luego, en 1902, en Puerto Rico, arribando en 1910 a la Ciudad de Gualeguaychú, Entre Ríos, Argentina. Allí pastoreó y fundó la primera Iglesia Pentecostal del país. Luego, en 1917 estableció otra comunidad en la Ciudad de 25 de Mayo, la cual llegó a ser centro de las actividades misioneras de la Unión de las Asambleas de Dios de Argentina (UAD). En esta iglesia se comenzó la preparación de obreros/as y misioneros/as con un fuerte énfasis en la predicación sobre la justicia social e igualdad radical de personas, sin importar las condiciones de su nacimiento.
Wood asumió su liderazgo como mujer con naturaleza y poniendo énfasis en los derechos de las mujeres. Para ella, el liderazgo femenino era natural e indiscutible, sin embargo, a lo largo de su ministerio tuvo choques por este tema ya que la participación pública de mujeres en los cultos era un tema controvertido“(…) en Gualeguaychú en el centenario argentino, no existía una pluralidad religiosa alternativa que desafiara una religiosidad y una sociedad jerárquica, hétero patriarcal y que promoviera la participación y el liderazgo de las mujeres, ordenadas y laicas, como la que conoció Wood durante su crianza y formación ministerial”.11
Kathleen Griffin, Doctora en Teología y Profesora de la Iglesia y la Teología en la Historia, luego de investigar sobre la vida de Alice Wood expresa: “Un aprendizaje que he tomado de ella es que una mujer, con mucha tenacidad y convicción en su llamado de Dios, puede servir como pastora y como educadora sin tener esposo. Creo que hay muchas iglesias que veían y que siguen viendo el trabajo pastoral de una mujer soltera o una mujer que está casada pero cuyo esposo no es pastor, como peligroso, desafortunado, o incompleto. No es así. Wood es prueba histórica de ello. Pero, aun así, Wood debía luchar contra-corriente en algunas situaciones para sostener el respeto como pastora, y esa lucha no ha terminado”.12
Alice falleció en el año 1961, habiendo servido más de 60 años en el campo misionero, los últimos 50 sin licencia. Llevó una vida en la que se esforzó por establecer relaciones de género que fueran más igualitarias, tanto en la iglesia como en la familia, y que condujeran a la formación y desarrollo activos de la mujer en la sociedad. A pesar de la disconformidad de muchos de los hombres presentes en la comunidad buscó incluirse a ella misma y a otras mujeres como iguales en todos aspectos del trabajo de la misión.
Inés Cobo
Inés Cobo nació en el año 1953 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Vivía con sus padres y su hermana menor Noemí, era miembro de la Iglesia Metodista de Constitución y trabajaba como publicista; había comenzado a estudiar Psicología en la facultad, pero tuvo que suspender sus estudios cuando la carrera fue cerrada por dos años.
Era activa dentro de su congregación, formaba parte de la Liga de Jóvenes asistiendo a los niños y las niñas en situación de vulnerabilidad social del barrio de Constitución. Sus compañeros y compañeras cuentan que Inés tenía una sensibilidad especial hacia los niños y las niñas y que pensaba que la justicia total sólo podría ser alcanzada cuando ellos y ellas pudieran disfrutar de su niñez.
Tenía 22 años y cursaba un embarazo de dos meses cuando fue secuestrada por agentes de la dictadura militar en septiembre de 1976 a la salida de su trabajo. Fue detenida y llevada al Centro Clandestino de Detención ESMA. Su compañero, Rubén Alberto Stockdale Cardillo, fue secuestrado un año después. Su madre, Carmen, es miembro de la agrupación Abuelas de Plaza de Mayo y Madres de Plaza de Mayo.
Su hermana, Noemí, define a Inés como una persona que dio mucho amor y que tenía coraje, alegría y disciplina “…con ella podía compartir alegrías, esperanza y compromiso (…) de ella aprendí a ser sensible, a poder gestar una mejor versión de mí. Lo que nos deja a las mujeres es algo mucho mayor, mucho mejor: estar seguras que lo colectivo, los encuentros, son un camino para avanzar”.13
Eunice Litwiller
Eunice Litwiller nació en el año 1926 en Pehuajó, Provincia de Buenos Aires. Su familia era miembro de la Iglesia Anabautista Menonita. Cursó el Bachillerato en el Colegio Nacional de Bragado, Argentina, y luego estudios universitarios en Goshen College de Indiana, EE.UU y en el Seminario Teológico de Nueva York
Eunice y su esposo Daniel Miller llegaron al barrio popular de Timbúes, en la zona del Marconi, en Montevideo, Uruguay, en 1966. Además de dedicarse a la labor social, crearon la Comunidad Cristiana de Timbúes, en la que se animaba a las personas que asistían a sentarse en círculo durante la reunión, leer un pedacito de la Biblia y decir qué les parecía.14 La reflexión bíblica comunitaria reemplazaba el sermón. No se trataba de que el pastor hablara y las/los demás escucharan, sino de que todas y todos participaran.
Las vecinas y los vecinos del barrio de Timbúes definen a Eunice como una mujer que vivía los problemas ajenos como si fueran propios. Ella insistía en que la tutearan como una más del barrio y no que se dirigieran a ella como “la esposa del pastor”. Su casa tenía las puertas abiertas al barrio, y era común verla recibiendo gente a toda hora, compartiendo un café en la cocina con quien viniera a conversar o a expresar alguna necesidad. La recuerdan en constante servicio hacia las personas marginadas por una sociedad injusta.
En 1978 se trasladaron a Puebla, México, donde durante seis años colaboraron con el Hogar de Niños de Serdán y con la incipiente Comunidad Menonita de Puebla, consolidando el grupo de creyentes comprometidos y comprometidas con Jesús y sus enseñanzas como guía para la práctica comunitaria. Su tarea era de apoyo a los pastores locales, tanto de Puebla como de la Ciudad de México.
Sarita y Juan Carlos conocieron a Eunice en Tlalnepantla, México, la recuerdan como una mujer con un espíritu joven y con una visión de la vida que alentaba a pensar como jóvenes a todos y todas. “Hoy en nuestra Comunidad de Fe donde promovemos una pastoral comunitaria, construimos un Centro Cristiano para el Desarrollo de la Comunidad”, ¿Se pueden imaginar en quién nos inspiramos?, efectivamente en Eunice y Daniel”.15
Posteriormente, en 1985, recorrieron diversos países de América Central, realizando formación bíblica de miembros de las congregaciones y capacitación pastoral de líderes en el marco del Seminario Anabautista Latinoamericano (SEMILLA).
A su llegada a Buenos Aires en 1986, Eunice y Daniel fueron recibidos como miembros de la Iglesia Anabautista Menonita de Buenos Aires (IAMBA) del barrio de Floresta, comunidad fundada en 1939. En 2001 Eunice integró el Consejo Pastoral de la IAMBA, dando inicio a un proceso de recuperación de sus raíces teológicas históricas del movimiento anabautista del siglo XVI.
Motivando a repensar el compromiso comunitario, Eunice generó cierta incomodidad a las autoridades de la Convención Menonita Argentina al cuestionar la verticalidad, discutir sobre la figura pastoral, hablar del sacerdocio universal de los y las creyentes, de la horizontalidad, y plantear la circularidad como dinámica de la liturgia, con los bancos dispuestos en semicírculo: “tenemos que vernos la cara y no la nuca”.16 Comprometida con las cuestiones humanitarias, siempre apelaba al pensamiento crítico y disruptivo.
Su amiga y compañera de servicio, Marisa, la define como una persona afectuosa, de inteligencia aguda; curiosa e inquieta y lista para considerar todo tipo de tema: “(…) Siempre tiene la necesidad de conversar y debatir. Admiro esa hambre de intercambio con las personas, esa disposición a conocer acerca de los y las demás y compartir sus experiencias (…) Eunice ha reforzado mi asertividad en los contextos eclesiales: poder, sencillamente, decir lo que pienso sin sentirme intimidada por cargos y roles convencionales que, en gran parte de las iglesias, son otorgados solamente a los varones. Creo que un regalo de Eunice para todas las mujeres es el ejercicio del cuestionamiento y la confrontación de las posiciones injustas de comodidad institucional”.17
Sus recorridos, nuestro punto de partida, reflexiones a la luz de las entrevistas realizadas:
Creemos que estas son historias de mujeres evangélicas que merecen ser conocidas, valoradas y compartidas. Alieda, Isidora, Jorgelina, Alice, Inés y Eunice no sólo son activistas pioneras en la lucha por la ampliación de nuestros derechos, sino también, hermanas que honraron la vida.
Ahora bien, hoy en día nos encontramos ante un escenario donde el poder político y económico son fundamentalistas. Nos enfrentamos a un neoliberalismo, capitalismo y neo-protestantismo que quiere, desde la conformación de un sentido común individualmente libre para optar por las alternativas predeterminadas por ellos, someter a nuestros pueblos nuevamente. Y en este sometimiento, las mujeres y las diversidades siguen siendo quienes se ven más perjudicades. Por ende nuestro desafío es dar la batalla cultural, política y económica contra el fundamentalismo en toda su expresión, pero, particularmente, a la cara religiosa de éste, entendiendo que es usado como garantía desde lo discursivo y organizacional para seguir legitimando estructuras injustas, desiguales y de sometimiento.
Asimismo, entendemos que nos encontramos en un momento de la historia del feminismo cristiano donde existe una producción abundante de teologías feministas sólidas y variadas desde y para las mujeres latinoamericanas. Tenemos el enorme privilegio de contar con teólogas feministas de excelente formación y reconocimiento en el ambiente académico. A ellas les debemos la posibilidad que tenemos de revisar nuestras creencias y tomar interpretaciones bíblicas liberadoras.
Sin embargo, creemos que, como diría Camus, “No se trata de ponerse del lado de quienes escriben la historia sino al servicio de quienes la padecen”18 y hoy los desafíos que tenemos son de cara a la espiritualidad de nuestras hermanas en los barrios populares, entendiendo que quienes hemos logrado deconstruir nuestra espiritualidad es debido, en gran parte, a los privilegios que tenemos al acceder a estudios terciarios/universitarios y tener movilidad económica. Este no es el caso de muchas de ellas, quienes además de padecer una dependencia espiritual y psicológica, también dependen económicamente.
La pastora y teóloga feminista Nancy Cardoso habla sobre un sistema fundamentalista tripartito, siendo el fundamentalismo religioso una cara más de este engranaje que precariza, margina y mata. Es clave poder abordarlo como un entramado, para así entender cuáles son los desafíos con los que nos encontramos frente a un crecimiento del 15.3% de los pentecostales/evangélicos en Argentina, particularmente en los barrios populares.
Tomamos las preguntas que se hace Cardoso: “¿Por qué la religión funciona con la mayoría de mujeres pobres? ¿Cuál es la eficiencia?”
Esto se debe a que el fundamentalismo religioso que podemos encontrar en determinadas denominaciones pentecostales y evangélicas han logrado capturar los deseos de las mujeres que asisten a espacios que, como mencionamos, son opresivos, tienen lenguajes violentos, legitiman jerarquías de poder que re-victimizan a quienes sufren violencia de género, entre otras cuestiones. En este sentido, Nancy nos relata tres estrategias que el fundamentalismo religioso lleva adelante desde la dinámica vincular, la que debemos desarmar, sin desarmar a las personas que son víctimas de ellos.
En primer lugar, el extractivismo erótico donde se crean atmósferas de éxtasis y en donde quienes lideran los espacios son sumamente carismáticos y promueven rituales que incitan a las personas a liberarse a través del canto y la danza. Las libera para después disciplinar: obediencia y opresión. En la miseria sexual donde las mujeres no son dueñas de sus cuerpos ni de sus elecciones. Porque es el hombre el que las elige, son hombres los que aprueban los noviazgos y sólo existe el autoconocimiento de manera parcial siendo este tutelado por otro hombre.
En segundo lugar, el pánico moral a partir del cual se hace foco en los grupos frágiles con precariedad en las condiciones de vida, dado que el pánico moral solo funciona cuando trabaja en conjunto con el pánico económico y político.
Por último, el familismo, donde se pone por enemigo a todo lo que pueda cuestionar la estructura jerárquica y masculina tanto en las iglesias como en las familias. Es decir, se adjudica a un enemigo espiritual las consecuencias de las vivencias violentas de las mujeres y niñas, que originalmente e históricamente han sido responsabilidad de los varones cis heterosexuales, como patriarcas que toman de las mujeres hasta la vida misma. Se hace de la norma cultural patriarcal la protección deliberada de ellos, pastores, maridos y líderes sobre el cuerpo, la mente y el espíritu de las mujeres.
Como mencionamos antes, es necesario desarmar estas prácticas violentas dadas en determinadas instituciones religiosas fundamentalistas, tanto pentecostales como evangélicas, desde las vivencias ancestrales de nuestras mártires y sacerdotisas sin re-victimizar a quienes ya son víctimas de este sistema patriarcal, neoliberal y capitalista.
Para esto necesitamos hacer desde el encuentro con las mujeres en los barrios, una lectura liberadora de la Biblia. Tomando el texto desde su diversidad y sus contextos, las herramientas para que se pueda identificar y denunciar las violencias ejercidas hacia las feminidades en los espacios eclesiásticos. El encuentro es necesario para sacar el poder de los aparatos teóricos, y ponernos a nosotras, con nuestras vivencias, como prioridad de cuidado. Ejerciendo la crítica y la autocrítica constante. Tendiendo redes con mujeres y diversidades dentro de las iglesias, así como también, con organizaciones y partidos, para que los derechos civiles de todos, todas y todes sean respetados, ampliados y profundizados en cada uno de los espacios de nuestras sociedades para que estas sean más justas y equitativas.
Una experiencia que representa una humilde síntesis y también un gran horizonte de los recorridos, las necesidades y los desafíos mencionados a lo largo del ensayo es “Sororidad y Fe”. Un colectivo ecuménico de mujeres autoconvocadas e independientes que comparten, dialogan y promueven las teologías feministas, procurando ejercitar una mirada crítica que cuestione las teologías hegemónicas. Ejercitando la sororidad como un pacto político entre mujeres con un sentido filosófico para enfrentar la opresión de género y cualquier otra forma de opresión sobre la tierra. Es un pacto basado en el reconocimiento de la diversidad y desde este se respetan y celebran las diferencias. El sistema circulatorio de Sororidad y Fe son los grupos zonales, heterogéneos, donde se realizan encuentros periódicos de reflexión teológica feminista favoreciendo el acompañamiento, la contención y pertenencia, promoviendo la escucha amorosa. Como también las Celebraciones Ecuménicas Feministas. Dos instancias de encuentro, formación y acompañamiento fundamentales para seguir avanzando en la sensibilización, visibilización y denuncia de la violencia de género institucional, espiritual, emocional, psicológica, sexual, económica, física, verbal y simbólica que se dan dentro de los ámbitos eclesiásticos.
“Muchas de nosotras continuamos soñando con cambiar la teología y reconstruir la iglesia como tantas mujeres que disgustadas con los rumbos de la vida cristiana, imaginaron algo diferente, algo más simple, más tierno, nacido de nuestras entrañas. La imaginación y la memoria de un pasado coherente pueden incluso ayudar a delinear nuestras búsquedas en el presente; pero las reglas, los caminos posibles, nacen del presente”19 Ivone Gebara
¡Hacia allá vamos!
María Florencia Nuñez
Militante cristiana protestante, peronista y lesbiana. Estudia Relaciones Internacionales. Es coordinadora de Área en el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, responsable de prensa en OCIPEx e integrante del equipo de coordinación del Colectivo Sororidad y fe. Es miembro de la Iglesia Presbiteriana San Andrés de Temperley.
Natalia Morbelli
Activista feminista cristiana. Licenciada en Trabajo Social, trabaja en el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Forma parte del Área de Mujeres del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos e integra el equipo de coordinación del Colectivo Sororidad y Fe y de Espiritualidad & Birra. Es miembro de la Iglesia Presbiteriana San Andrés de Belgrano y de la Iglesia Anabautista Menonita de Buenos Aires.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
– GEBARA, Ivone (2018) “Condimentos feministas a la teología”, La Habana, Editorial Caminos.
– GRIFFIN, Kathleen M. (2014) “Luz en Sudamérica – Los primeros pentecostales en Gualeguaychú, Entre Ríos, 1910-1917”, Tesis presentada como requisito para obtener el título de Doctora en Teología en el Instituto Universitario ISEDET, Buenos Aires.
– LAGARDE, Marcela (2016) “Claves feministas para mis socias de la vida”, Buenos Aires, Editorial Batalla de Ideas.
– PERON, Juan Domingo (1945) “Manual de Conducción Política”, Buenos Aires, Editorial CS
– SILNIK, Alejandra (2015) Alieda Verhoeven: La Razon de su vida MILLCAYAC – Revista Digital de Ciencias Sociales / Vol. II / N° 2 / 2015. ISSN: 2362-616x. (pp. 15-35) Centro de Publicaciones. FCPyS. UNCuyo. Mendoza
– “Personalidades Religiosas de la Ciudad de Buenos Aires – Hombres y Mujeres de creyentes que dejaron su huella” (2012) Producido por la Dirección General de Cultos, Buenos Aires Ciudad.
– HISTORIAS DE VIDA, Comisión por la Memoria, la Verdad y la Justicia de Liniers, Mataderos y Villa Luro, familiares, amigos y vecinos de desaparecidos de nuestros barrios, Espacio Memoria.
http://www.unidiversidad.com.ar/cancion-del-alieda-en-el-pais
http://www.heroinas.net/2013/03/alieda-verhoeven.html
https://www.youtube.com/watch?v=AX01xQLuq38&feature=youtu.be
http://www.robertobaschetti.com/biografia/c/472.html
https://ftl-al.com/las-mujeres-en-la-reforma-radical/
http://martiresargentinos.blogspot.com/2012/08/ines-adriana-cobo.html
http://www.ceil-conicet.gov.ar/wp-content/uploads/2019/11/ii25-2encuestacreencias.pdf
Jornada de Debate Feminista organizado por los colectivos Cotidiano Mujer y Encuentro de Feministas Diversas (https://www.youtube.com/watch?v=Bcy78w-RAg0)
1 Campo evangélico y sociedad civil: sobre los procesos de minoritización y el desplazamiento de matrices analíticas, Nicolas Panotto, 2020, pág. 24
2 Manual de Conducción Política, La doctrina: organización espiritual, J. D. Perón, 1945, pág. 85
3 Manual de Conducción Política, Profundización y adaptación de la Doctrina, J. D. Perón, 1945, pág. 11
4 “La historia de la afirmación de la dignidad de las mujeres no comenzó en 1948 con la Declaración Universal de los DDHH, ni comenzó con el feminismo de los años sesenta y setenta. La lucha de las mujeres por su propia dignidad es tan vieja como la humanidad. Siempre hubo mujeres quienes, por las más diversas razones, no consiguieron callar el grito de libertad que les atravesaba el corazón y la garganta. Dejaron que ese grito se hiciera público y sufrieron las consecuencias de sus actos. Se rebelaron de alguna forma contra el sistema jerárquico dominante o el orden establecido, que no les permitía desarrollar su creatividad y su poder” (p. 59)
5 Condimentos feministas a la teología, Ivone Gebara, 2018, Pág. 59.
6 Es una entrevista en la revista, VER COMO CITAR (Pág. 25)
7 Entrevista realizada por Teresita Sancho (Mendoza, Argentina, 21 de Junio de 1998)
8 Entrevista realizada a Graciela De Vita (Buenos Aires, Argentina, 21 de Julio de 2020)
9 Entrevista realizada a Delia Bisutti (CABA, Argentina, 23 de Julio de 2020)
10 Entrevista realizada a Ester Iglesias (Buenos Aires, Argentina, 25 de Julio de 2020)
11 La “Cuestión de la Mujer” en el pentecostalismo del centenario argentino:
Gualeguaychú, Kathleen M. Griffin, , 1910-1917, Pág 11.
12 Entrevista realizada a Kathleen Griffin (Buenos Aires, Argentina, 29 de Julio de 2020)
13 Entrevista realizada a Noemi Cobo (CABA, Argentina, 23 de Julio de 2020)
14 Entrevista a Dora Paredes por María Esther Gilio (Brecha, Montevideo, Uruguay, 1993)
15 Diálogo con/Datos tomados de los relatos de Sarita Zuñiga Vázquez y Juan Carlos Maya Fuentes (Metepec, México, 25 de Julio de 2020)
16 Diálogo con Luis María Alman Bornes (CABA, Argentina, 20 de julio de 2020)
17 Entrevista realizada a Marisa Strizzi, (Buenos Aires, Argentina, 21 de Julio de 2020)
18 La misión del escritor, Albert Camus, 1958, pág. 20
19 Ivone Gebara, Pág. 76.